Willy Kohan: “Desbordes que confirman una grave crisis en la gestión kirchnerista”
Se agravó peligrosamente estas horas la debilidad general del Gobierno en materia de gestión. Un desorden que ha venido presentando la Casa Rosada desde la conformación misma del gabinete, loteando los cargos en los ministerios y las reparticiones clave de la administración, con severas contradicciones internas respecto de temas sensibles, disputas que se han hecho evidentes, por ejemplo, en todo el planeta de la seguridad.
Una crisis de gestión que se profundizó en especial en la provincia de Buenos Aires a partir del agravamiento de la crisis sanitaria y socioeconómica derivada de la pandemia, y los efectos dramáticos de las cuarentenas en los sectores más postergados y afectados por la parálisis de la actividad y la pérdida de ingresos.
Las protestas policiales en el Conurbano, que se han desbordado hasta límites inaceptables en términos institucionales, como rodear con patrulleros la Quinta Presidencial, se inscriben en toda esta crisis de gestión. Y revelan también la situación calamitosa del Estado en la Argentina.
Un gigantismo estatal que acumula y acumula miles de empleados en todas las reparticiones, cientos de miles de policías, cientos de miles de docentes, miles de médicos y enfermeros, cientos de miles de agentes estatales y municipales, todos ganando una miseria. Cada vez más Estado, más impuestos, más pobreza y más desorden.
La salida que se presentó ayer no resuelve el problema. Aprovechó la situación el Presidente para una vieja aspiración de su jefa política: quitarle fondos a la Ciudad de Buenos Aires. El punto de coparticipación que el gobierno nacional le quitará a los porteños, con un decreto de dudosa legalidad, equivale a unos 35.000 millones de pesos.
Se abren ahora enormes interrogantes políticos. Los pases de factura internos en el oficialismo por la asonada policial recién comienzan. Queda muy golpeado Sergio Berni, la promesa de oro que había elegido Cristina para dominar el polvorín de la inseguridad y la bonaerense, y a quien se apostaba como una buena opción electoral para el año próximo.
Se quebró más la confianza entre los barones del conurbano Yelp gobernador Kicillof, que sospecha que todo es una conspiración de los intendentes y la Policía contra él y contra Berni. Y nadie sabe cómo habrá de recomponerse la cadena de mandos y autoridad en la fuerza, y si seguirá siendo Berni el jefe operativo luego de semejante desgaste.
Además de quitarles fondos a los porteños para tapar el bache sin seguir agravando el déficit fiscal, el Gobierno planea un nuevo impuestazo. El aporte solidario obligatorio a patrimonios desde 2 millones de dólares corre riesgo de convertirse lisa y llanamente en un impuesto a las pymes productivas, ya que grava los factores de producción, sobre todo en el sector agropecuario.
Crecen entre contadores las consultas de empresas y ciudadanos para radicarse fuera del país ante la amenaza de más impuestos confiscatorios. Se desató a la vez una sorda interna entre los dirigentes empresarios, aquellos que reclaman a las entidades gremiales una voz más presente contra la presión impositiva y los controles de precios.
En medio de los temblores políticos, en el único lugar donde se logró algo de relativa tranquilidad es en el mercado de cambios. Se estabilizó el dólar entre 120 y 130 pesos, a la espera de las novedades en la política del Banco Central. Los mercados celebran el canje exitoso de la deuda y que el ministro Guzmán haya anticipado las conversaciones con el Fondo. También que se prometa bajar a 4,5% el déficit fiscal el año próximo, aunque no se diga una palabra cómo.
Pero se sabe que el actual modelo cambiario no puede seguir sin modificaciones por muchos meses más. El Gobierno se queda sin reservas. Pierde entre 100 y 150 millones de dólares por día. Todo el mundo quiere sacarle dólares al Gobierno a 78 pesos, pero nadie vende a ese precio. Se resolvió el default, no la desconfianza.
Se sabe que Martín Guzmán no quiere profundizar el cepo. Cada vez estaría más cerca de analizar un desdoblamiento cambiario. Sería de toda lógica. Además, si a los argentinos les permitieran vender legalmente sus dólares a 130 pesos en las casas de cambio o los bancos, probablemente habría más gente hoy dispuesta a vender que a comprar. Aumentaría fuerte la recaudación del impuesto país y se generaría el círculo virtuoso con algo de reactivación. Cabe esperar que, con el dólar, el Gobierno no espere al estallido, como con la policía.
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