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Willy Kohan: “Termina en devaluación gradual la batalla contra el dólar y la clase media”

By on 15 octubre, 2020

No cede la corrida contra el peso, sigue aumentando el precio del dólar en los mercados libres, se amplía la brecha con el tipo de cambio para los exportadores que se resisten a malvender sus divisas al Banco Central que no recupera reservas. En esta dramática dinámica están abiertas todas las apuestas sobre los distintos caminos que podría recorrer el Gobierno para enfrentar la crisis cada vez más profunda.

Mientras la grieta política se agrava y crece la radicalización del Presidente contra los opositores, el corazón del problema económico que se refleja en la suba permanente del dólar no se resuelve.

La única verdad es que hoy en la Argentina se emiten pesos sin respaldo para cubrir el déficit de manera casi descontrolada, a razón de 200 mil millones de pesos por mes.

 

Lleva $1,8 billones emitidos el Banco Central para asistir al Tesoro en lo que va del año, y los economistas calculan otros 600 mil millones hasta fin de año. Significa unos 9100 millones por día hábil, 380 millones por hora, más de 6 millones por minuto y unos 100.000 por segundo.

La devaluación del peso es así inexorable. La dispone el Gobierno a cada segundo en la Casa de Moneda. Es cierto que la pandemia y las cuarentenas agravaron al extremo el déficit. También la realidad de una herencia cada vez peor que cada presidente recibe por el desequilibrio crónico e indexado de millones de cheques estatales por subsidios, jubilaciones sin aportes y planes sociales.

Lo concreto es que se van agotando las reservas del Banco Central y al ritmo de la emisión monetaria que hoy tiene la Argentina, hacer nada y no reconocer la devaluación es en el fondo seguir devaluando sin decirlo. Supone profundizar el problema y corre el riesgo de que la crisis de confianza -por ahora cambiaria- derive en una corrida bancaria que obligue a reprogramar depósitos.

Ese límite extremo e impensable dada la triste experiencia histórica de la Argentina en ese rubro es, se supone, el lugar al que ningún gobierno quiere llegar. El propio Jefe de Estado, con toda lógica, lo reafirmó ayer ante el Coloquio de IDEA. «Jamás tocaría los depósitos» afirmó. Cabe entonces discutir y preguntarse qué salida va a terminar eligiendo el Gobierno para no tener que pisar depósitos y generar corralitos o corralones.

Veamos las alternativas que se presentan:

El Gobierno hace lo que ahora dice: se resiste a devaluar e intenta aguantar endureciendo el cepo al ahorro, turismo e importaciones. Ya se probó ineficaz la estrategia porque no hay incentivos para vender dólares. Sigue la emisión, crece sin límite la brecha y no se detiene la salida de depósitos, que es el límite definitivo si no se quieren expropiar ahorros. Hacer nada no parece disponible por mucho tiempo, porque la súper emisión irreductible acelera los tiempos.

La política de shock: No parece políticamente disponible ni por derecha ni por izquierda, para simplificar. Un plan económico y político creíble para los mercados luce impensable. Supondría cambiar la agenda política, otro Gabinete, un giro del Presidente al centro político y, sobre todo, un retroceso de lo que representa Cristina, La Cámpora y el Instituto Patria en el Gobierno.

Tampoco se observa como posible una radicalización al extremo y de shock por izquierda para enfrentar la corrida. No devaluar a como sea, llevar la brecha a 5000% como en Venezuela, prohibir el dólar y perseguir a los ahorristas, nacionalizar depósitos, estatizar el comercio exterior, impedir el turismo y la salida libre del país con divisas, u otras irracionalidades del estilo no parecen muy probables, menos con un Gobierno cada vez más débil en las encuestas.

Tarde o temprano se intentarán salidas gradualistas: No hay ni espacio ni liderazgo político para encarar soluciones de fondo. Lo más probable, entonces, es un camino hacia el gradualismo, en este caso el desdoblamiento cambiario o los tipos de cambio múltiples. Devaluar para que los exportadores tengan un precio razonable y vendan, recaudar más en pesos por las retenciones, pero que la devaluación afecte lo menos posible los precios internos. Un dólar para el trigo y los fideos, otro para los repuestos del Mercedes Benz y los pasajes en primera clase.

La crisis económica agrava la disputa política. Los bolsillos de la clase media quedaron arrasados por los efectos de la pandemia y las cuarentenas extremas que se mantienen y sólo se van levantando en forma parcial. La devaluación fuertísima del peso licuó ahorros, empleos y patrimonios, y anticipa una explosión de pobreza muy severa para la mayoría de la población.

Mientras empleadores, trabajadores y pagadores de impuestos están sometidos a un ajuste cada vez mayor en sus ingresos y poder adquisitivo, se mantiene el despilfarro en el gasto político, se aumenta cada vez más el empleo público y se insiste en seguir subiendo sin límite la ya agobiante presión impositiva.

Esa clase media tan castigada y empobrecida comenzó a salir a las calles. Así como los pequeños y medianos productores rurales se levantaron contra el impuestazo que se les quiso imponer con la Resolución 125 en 2008; ahora la clase media urbana también protesta en los banderazos contra el impuestazo que supone la inflación, la devaluación y los efectos devastadores de las cuarentenas extremas en la vida económica, social y familiar de la sociedad. Los valores de la libertad y la defensa de la Constitución estaban en la 125 del campo, también en esta nueva 125, la de las ciudades con los banderazos.

Como en la batalla contra el campo en 2008, ahora el Gobierno de Alberto y Cristina Fernández se complican en la misma batalla, pero contra la clase media de las ciudades. Alarma en sectores peronistas moderados y en los tributarios de Sergio Massa, igual que en la 125. Con el Presidente que esta vez, según promete ante la inquisición del Instituto Patria, no se irá y se quedará del lado de Cristina en la contienda.

Más difícil todo entonces para el Presidente y para el país, ya que los tiempos cambian. Hace 12 años había más de 50 mil millones de dólares en las reservas. El tipo de cambio era único y libre, en torno de los 3 pesos. Todavía no había explotado el déficit fiscal. Había superávit. No se tenían que emitir, como ahora, 100 mil pesos por segundo, el equivalente a 5 jubilaciones a cada golpe de aguja.