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Willy Kohan: Una Navidad agridulce para los pagadores de impuestos

By on 19 diciembre, 2019

Buenas y malas noticias para la economía de los argentinos en las vísperas de Navidad, ya con el plan económico del nuevo Gobierno en trámite veloz por el Congreso, y la mayoría de las cartas arriba de la mesa para empresarios, asalariados, inversores y ciudadanos de a pie.

Las buenas noticias son que el riesgo de hiperinflación se aleja y que se confirma que la administración de Alberto Fernández trabaja para evitar que se profundice el default: dispone un durísimo ajuste fiscal para lograr antes de marzo un acuerdo con los acreedores.

También es buena noticia que este brutal ajuste que comenzó en 2018 con las devaluaciones sucesivas en la segunda mitad de la era Macri y se profundiza ahora con el impuestazo y las retenciones generalizadas con que debuta la era Fernández, garantizan en el corto plazo el regreso de los superávits gemelos: más que asegurado el frente de ingresos vs. egresos, con el ahorro que supondrá la renegociación de la deuda. En tanto sobrarán dólares comerciales por el cepo, el impuesto al dólar de 30%, el control de cambios, las divisas que los exportadores están obligados a ingresar, y la baja actividad económica que mantendrá planchada al principio la demanda de dólares para importaciones.

De allí la fuerte recuperación de los bonos argentinos porque habría mayor capacidad de pago para convencer a los acreedores a que flexibilicen plazos y tasas de interés. El riesgo país cayó 500 puntos, de 2400 a 1900. El aumento esperado en la recaudación por las retenciones y el impuestazo, y el tope a la indexación del gasto previsional en 2020 son música para los oídos de los tenedores de bonos.

Cerrar el déficit y garantizar que el aumento de gasto público esperado y anunciado no se financie solamente con la maquinita es un consuelo importante. Lograr superávits y despejar el riesgo de default es imprescindible para estabilizar la situación financiera y tranquilizar la corrida contra el peso. Hasta allí las buenas noticias, que no son pocas. Habría que, agregar que si sale bien la renegociación de la deuda, puede recomponerse algo la confianza y notarse cierta reactivación por la mayor abundancia de pesos por los aumentos que se vienen. Además de los miles de argentinos que este año pasarán sus vacaciones gastando en el país.

Las malas noticias son evidentes. El ajuste fiscal otra vez se descarga contra las familias y las empresas, contra los pagadores de impuestos, a los que una vez más se les aumenta la ya agobiante carga tributaria. El riesgo, como le ocurrió a Fernando de la Rúa con el impuestazo del año 2000, es que el Gobierno se pase de rosca y las medidas resten poder de compra a los pocos consumidores que aún lo mantienen, a la vez que se afecten fuerte las decisiones de inversión y regreso de capitales.

El ajuste, en lo básico, también es una nueva devaluación, en muchos casos tratando de compensarla con retenciones, consecuencia de lo cual tendremos ahora una variedad creciente de distintos dólares, según le toque a cada actividad. El impuesto al dólar de 30% finalmente consagra un tipo de cambio financiero libre hoy arriba de 80 pesos, que naturalmente empuja al blue y al contado con liquidación y lógicamente puede presionar el nivel de precios y atrasar aun más al dólar comercial de 60 pesos, aumentando allí expectativa de devaluación futura.

Tampoco está tan garantizado el ajuste fiscal, pese al impuestazo y las retenciones dependerá de la capacidad del equipo económico para que no se desborde el gasto en Nación, provincias y municipios. Los congelamientos de tarifas y combustibles pueden aliviar el bolsillo en lo inmediato, pero costarán tarde o temprano subsidios. No está claro qué hará la Justicia con los topes que se van ensayar en los ajustes de las jubilaciones.

En términos políticos, las noticias resultan menos alentadoras. El impuestazo encontró desunida y descolocada a la oposición. La novedad esta vez es que el ajuste que anunció Alberto Fernández parece afectar en particular al colectivo social que no lo votó. A ese 41% que votó contra el regreso del peronismo.

El sesgo más estatista del plan Fernández le garantiza no solo los votos del PJ unificado, también los sectores de izquierda y centroizquierda no peronistas, por caso el bloque de Roberto Lavagna y radicales que ya no reconocen la autoridad del macrismo y se acercan al nuevo oficialismo. La votación a favor de la ley de Góndolas y la Ley de Alquileres anticiparon ese nuevo oficialismo que se viene. Los más afectados por el aumento de los impuestos y la devaluación encubierta en el impuesto de 30% al dólar libre son mayormente quienes votaron por Mauricio Macri.

Hay que apuntar, como premio consuelo, que se anunció una muy generosa moratoria impositiva para pymes, autónomos y monotributistas (la medida que nunca Mauricio Macri quiso aceptar); en tanto que la duplicación del impuesto a los bienes en el exterior podría exceptuar inmuebles o inversiones en bonos argentinos, aunque las cuentas estén en el exterior. También que se prometen créditos subsidiados para inversión y consumo.

De momento son ahora las víctimas de Alberto Fernández que no lo votaron quienes mayormente van a pagar la cuenta. Los que blanquearon y pagaron ya la multa por los pecados. También las víctimas del fracaso político y económico de la experiencia Macri en el gobierno. Se perdió la oportunidad de lograr un Estado racional, con un tamaño que se pueda financiar sin agobio impositivo ni endeudamiento irresponsable que tarde o temprano explota.

Está claro que la solución es un acuerdo político para reducir el tamaño y el peso del Estado, poder bajar los impuestos y estabilizar la moneda con una economía sana y racional. Pero eso era, se suponía, lo que venía a resolver la administración Macri. Perdió Macri las elecciones. Ganaron Alberto y Cristina. Ganaron los estatistas.

Ojalá que sea cierto que vuelven mejores. Al menos es un alivio que se comprometan a no emitir en forma descontrolada, a pagar todos los compromisos de deuda en el verano, y a evitar la cesación de pagos. Como cartita a Papá Noel, basta por ahora.