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Willy Kohan: “Mejor no hacer balance de un año de gestión”

By on 10 diciembre, 2020

Apareció la tercera carta de Cristina Kirchner, esta vez con un balance de un año en el Gobierno.

Cristina ni lo menciona al Presidente, elogia el trabajo del Congreso y redobla sus ataques a la Corte y a la Justicia. Objetivamente, un balance del primer año de la gestión de Alberto Fernández luce bastante desalentador.

Importa más ahora saber qué pasará en los próximos 12 meses. Lo acontecido desde el 10 de diciembre de 2019, o en verdad desde la derrota de Mauricio Macri en las PASO ya se sabe.

¿Cómo calificar la política sanitaria del Gobierno como respuesta a la pandemia, si después de cuarentenas extremas que destruyeron la economía y a una parte importante del tejido social igual tenemos más de 40 mil muertos por el coronavirus?

Argentina se encuentra posicionada en los peores lugares de todos los rankings: cuarto o quinto país en cantidad de muertos por millón de habitantes. Undécimo en la cantidad total de fallecidos. Y en el puesto 113 todavía en cantidad de testeos, un déficit original que nunca fue corregido. Como ocurrió en todo el mundo, además, la mayoría de los decesos se registraron en la población de menores recursos.

Qué decir de la política exterior, con el país pegado internacionalmente a las peores dictaduras defendiendo el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, alejados de Europa, Estados Unidos y los vecinos del Mercosur.

Mejor no repasar la política de seguridad: suelta de presos, prejuicios ideológicos contra la policía, un Estado más preocupado por la situación de los delincuentes que por defender a las víctimas. Explosión de violencia y crímenes en los principales centros urbanos.

En materia de convivencia política, el Presidente que venía a cerrar la grieta y a buscar acuerdos con la oposición terminó ejecutando la agenda radicalizada del Instituto Patria, ahogando económicamente a los distritos que no votan al PJ, sobre todo, a la ciudad de Buenos Aires, y cambiando las reglas electorales para perjudicar a los opositores.

La situación socioeconómica habla por sí sola. Se agregaron más de 2 millones de pobres en un año y la inflación arrasó con los salarios y los ingresos de los sectores más castigados. La moneda perdió más de la mitad de su valor y el precio de los activos argentinos no sale de la depresión.

La tasa de inversión está en los mínimos históricos y la brecha cambiaria por la expectativa de nuevas devaluaciones hacia el futuro traban cada vez más la actividad económica.

La incertidumbre se traslada al año electoral. No está claro que se puedan cumplir las promesas del equipo económico de ajustar el déficit para frenar la súper emisión de pesos que se verificó este año.

La política se resiste al ajuste porque teme perder las elecciones. Pero sin correcciones severas la aceleración inflacionaria será cada vez más riesgosa, también a la hora de contar los votos.

Subir tarifas, cortar el IFE y el ATP, ajustar los aumentos a los jubilados y asignaciones sociales, pisar los salarios de estatales y docentes y ajustar el gasto en obra pública no parece una tarea fácil para el equipo económico.

Con el dólar quieto, Máximo y Cristina no aceptan el ajuste, menos que se imponga a través de un acuerdo con el FMI. Ya corrigieron el plan con los jubilados. Ni hablar de tocar un peso de la asistencia permanente al gobernador Axel Kicillof para garantizar los votos en el conurbano.

Que el FMI acepte o no acepte el desajuste de la Argentina es lo de menos. El problema es entre nosotros. Los argentinos necesitamos el ajuste para frenar la inflación. Más impuestos ya no se pueden pagar.

La encrucijada para el Presidente, definir cómo seguir a un año de haber llegado a la Casa Rosada, parece hoy, en medio de la crisis general, una decisión mucho más difícil que hace 365 días.