La agenda económica parece Cristinismo de buenos modales
Otra vez en febrero, igual que enero, la recaudación de impuestos creció menos que la inflación, síntoma de que la economía, en el mejor de los casos, en general está estancada y no crece. Los ingresos de la AFIP subieron 43% respecto de lo que se recaudó en febrero del año pasado, contra una inflación en torno de 51%, si finalmente febrero da entre 2% y 2,2% como estiman la mayoría de las consultoras privadas.
Algo reaccionó el consumo masivo en alimentos y bebidas; más los sectores del turismo interno beneficiados esta temporada por la cantidad importante de gente que pasó el verano en la Argentina. Pero las ventas de autos, bienes durables y propiedades son una calamidad y las inversiones en general están paralizadas a la espera de novedades con la renegociación de la deuda que supongan condiciones más atractivas para ingresar dólares al país. Todos los impuestos vinculados al consumo caso IVA, combustibles o débitos bancarios están creciendo bastante por debajo de la inflación.
La noticia de ya dos meses consecutivos con la recaudación creciendo menos que la suba general de precios alimenta además las expectativas inflacionarias, porque amplía el déficit fiscal que se debe cubrir con mayor emisión monetaria. De hecho la emisión está creciendo a un ritmo cercano a 45% en el arranque de 2020, muy parecido al nivel de inflación mensual que viene informando el Indec, entre 2% y 2,5% cada 30 días.
Mientras se aguardan definiciones con la deuda, la combinación del cepo cambiario más el impuesto al dólar dificulta la llegada de fondos para inversión, ya que se obliga a ingresar las divisas al mercado oficial de $ 62 más menos retenciones e impuestos si los hubiera; en tanto que la salida de capitales está restringida o más trabada vía el contado con liquidación en torno de los $ 80. Es cierto que en parte también las divisas se pueden ingresar a $75 vía el arbitraje de bonos, pero esa operatoria no está exenta de riesgos financieros y regulatorios. Al día de la fecha, el Gobierno nunca autorizó el giro de dividendos al exterior por el mercado oficial de $ 62. Y las importaciones que se autorizan a ese valor son a cuenta gotas. De allí que los insumos importados para toda la economía, en general, toman el dólar a $ 75 para formar precios.
El cepo y el impuestazo al dólar están paralizando a la economía. Un esquema que ya probó su fracaso político y económico a partir de 2012, cuando lo puso en marcha Cristina Kirchner en su segundo mandato, todo agravado por el default de entonces que ahora se intenta superar, al momento con final abierto.
Conviene recordar, además, los efectos devastadores del cepo cambiario en términos políticos. Se podría afirmar, hasta ahora al menos, que Presidente que puso el cepo, Presidente que perdió las elecciones. Le pasó a Cristina en 2013 y 2015; también a Mauricio Macri en 2019.
El conflicto abierto con el campo y las menores inversiones y producción de granos y carne que se vienen no responden únicamente al regreso de las retenciones. Obedecen a una verdadera Doble Nelson impositiva contra los exportadores, donde a las retenciones hay que sumar el impuesto al dólar. Los sojeros venden a $ 40 por dólar y compran insumos a un mix entre $ 60 y $ 80 por dólar. El caso es tan elocuente que coloca hoy la situación aún peor a la que se hubiera dado si se aplicaba la famosa resolución 125 de 2008. En aquel entonces con la soja a u$s 550 en Chicago y el dólar único sin cepo ni impuesto a $ 4, la retención móvil significaba finalmente u$s 280/300 para el productor local. Hoy, en el mejor de los casos, reciben 160/170 dólares billete por tonelada de soja, contra u$s 320 que vale en Uruguay, Paraguay o Chicago.
En lo inmediato las expectativas en el mundo económico se concentran en la renegociación de la deuda. No queda claro, todavía, cómo sigue el modelo económico del Gobierno en caso de que se llegue a un acuerdo para evitar la cesación de pagos.
Nadie duda de los beneficios de no estar en default. Y en este punto se le reconoce ahora más al Gobierno el trabajo silencioso y prolijo del equipo económico en ese terreno. El reciente anuncio de la contratación de tres bancos internacionales de primera línea y gran prestigio para la reestructuración de los bonos en manos de inversores privados aparece como una noticia alentadora. También los trascendidos en el sentido de que se buscará preparar una oferta que garantice un valor presente para los actuales papeles argentinos en torno de 50% a 55%, de modo de asegurar la aceptación de la mayoría de los bonistas que hoy tienen en cartera títulos que no superan 45% de paridad en el mejor de los casos, con peligro de que en default todo termine valiendo la mitad o aún menos.
Sin embargo, como bien explica el economista Rodolfo Santángelo, evitar el default es apenas «aprobar el examen de ingreso y no la graduación» en el largo camino de recuperar la confianza para lograr la reactivación y la mejora en la economía de todos los días.
En este punto reaparecen los interrogantes. Es cierto que el presidente Alberto Fernández ha iniciado correctamente el camino para renegociar la deuda y no abraza la bandera política del default como se observó en el segundo mandato de Cristina y en la retórica actual de la vicepresidenta y los sectores de izquierda dura y blanda que ella representa en la coalición de Gobierno. Pero hasta ahora son todas buenas intenciones. El tema está lejos de estar resuelto y ni siquiera recuperó el Gobierno el crédito en pesos. No pudo refinanciar el Bono Dual y veremos el viernes que pasa con el Bogato que vence por unos 70.000 millones.
Fuera de la voluntad de no entrar en default y las correctas gestiones para buscar apoyo con el FMI. El Vaticano, Israel, EE.UU. y la Europa capitalista; el resto del mensaje económico del presidente Fernández, en tono moderado y sin gritos, se mantiene con extrema dominancia de su socia política. Hay un cristinismo de buenos modales en todas las medidas económicas que adoptó el Gobierno en el terreno local desde que asumió, por no hablar del relato sobre las causas de la inflación o el problema de la deuda o los controles al dólar y al comercio exterior. En mucho del contenido económico y los anuncios del domingo en el Congreso que expuso el Presidente, se filtraba enorme inspiración en el Instituto Patria.
El cepo cambiario que ahora se elogia, la suba permanente de los impuestos, la idea de que se les quita a los que más tienen para darle a los que menos en lugar de generar más riqueza, la diferencia entre el dólar para entrar capitales y el dólar para salir en caso que se permita, las extremas regulaciones, los precios congelados, el atraso tarifario, la pesificación a Vaca Muerta, los controles de precios, son todos elementos que conforman un combo decepcionante. Nada de bajar impuestos, nada de bajar el gasto. Ni siquiera promesas. Un morenismo ilustrado que difícilmente entusiasme, aún sin default y sin mayores estallidos.
Willy Kohan para El Cronista
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