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Aprender del experimento Kicillof para evitar el default

By on 6 febrero, 2020

Deja varias enseñanzas y mucho terreno para especular en términos políticos y económicos la ruidosa decisión ayer del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, de finalmente pagar los u$s 250 millones del bendito bono provincial con ley extranjera vencido el pasado 26 de enero, el mismo que hace dos semanas venía amagando inexplicablemente con defaultear, afectando la relativa tranquilidad financiera que había logrado el equipo económico de Alberto Fernández desde mediados de diciembre hasta la primera quincena de enero.

Los mercados celebraron ayer lo que parecía lógico. Cayó 200 puntos el riesgo país en 48 horas y dejó de escalar el precio del dólar en los mercados libres. No tenía sentido agravar por apenas u$s 250 millones un cuadro mucho más complicado que significa la renegociación de toda la deuda a nivel nacional, también la de la provincia, con vencimientos multimillonarios a partir de abril que son tan elevados que aunque se quisiera no se pueden pagar. Con la deuda grande, tarde o temprano, o hay acuerdo o hay default. No hay reservas, se cortó el ingreso de capitales por el cepo y el impuesto al dólar, y desde luego tampoco el país tiene crédito disponible. El futuro de esta encrucijada es mucho más relevante que u$s 250 millones de dólares y se juega en los próximos 60 o 90 días.

Pero veamos algunos datos interesantes que dejó el experimento Kicillof para tratar de adivinar el futuro, que es lo que importa:

* El gobernador Kicillof finalmente aceptó pagar un alto costo político para evitarle al presidente Fernández un importante dolor de cabeza. Aún sabiendo que va a tener que reestructurar la deuda y dejar de pagar parte de ella a partir de mayo, prefirió no caer ahora en default y aceptar el liderazgo de la negociación nacional que lleva adelante el ministro de Economía, Martín Guzmán. Por las malas, con un disgusto y pérdidas financieras innecesarias (salvo que algunos supieran que estaba todo armado para la gilada), finalmente parece imponerse la estrategia del Palacio de Hacienda, de tratar de evitar el default y llegar a un acuerdo en el primer semestre de este año

* Sin embargo no está claro que la comedia que protagonizó el gobernador Kicillof, aún pagando sobre la hora para no convertirla en tragedia, significa que la Argentina se aleja del default. La jugada del gobernador, ¿aleja o acerca al país al default cuando empiecen a caer en serio los vencimientos impagables a partir del segundo semestre?

* Es que más allá de los modales, cuando a Martin Guzmán le llegue la hora de la verdad, si no logra ofrecer a los acreedores un menú de bonos nuevos cuyo valor de recupero esté entre 50% y el 55% de paridad para garantizar que el canje sea aceptado, no tendrá las chances que ayer tuvo Kicillof para evitar la cesación de pagos y el fantasma de los fondos buitre otra vez litigando contra el país en Nueva York.

* No está claro que esa sea la estrategia del equipo económico. No se sabe una palabra de la oferta de canje que presentará Guzmán a los mercados. Tampoco su equipo de negociadores tiene contacto con los especialistas en el mercado financiero local e internacional.

* El experimento Kicillof también enseña que no es tan fácil correr a los tenedores internacionales de los bonos argentinos con el cuento de que o aceptan lo que ofrecemos o no pagamos nada y ustedes pierden más que nosotros. Una argentinada infantil, suponer que a los grandes fondos mundiales de inversión les va a doler un default de la Argentina, un país donde apenas suman ni 0,5% de sus fondos invertidos.

* En el segundo trimestre, los pagos no son la propina de los u$s 250 millones de Kicillof. Por lo tanto, o Argentina llega a un acuerdo, o se ingresa en la cesación de pagos.

* Trascendía ayer en el Gobierno el malestar no solo de Alberto con el gobernador Kicillof por todo este ruido innecesario. Pero tuvo que intervenir Cristina aparentemente para torcer el brazo inflexible del mandatario provincial. El nuevo tropiezo político del mandatario se celebró en toda la provincia, sobre todo en el Conurbano bonaerense.

* La iracundia del gobernador de Buenos Aires y su decisión de cerrarse en la administración provincial sin abrir el juego a nadie, ni siquiera a La Cámpora que responde a Máximo Kirchner, mucho menos a los barones del Conurbano a quien los amenazó sin suerte nada menos que con auditarles las cuentas de sus municipios, viene generando tirrias hacia dentro y fuera del Gobierno desde el mismo día del acto en la victoria electoral.

* Fueron los propios intendentes peronistas del Conurbano quienes conspiraron contra Kicillof y le trabaron la reforma impositiva que finalmente salió por el acuerdo de Alberto Fernández con los intendentes de Cambiemos que se acercan a la Casa Rosada para no quedar fuera del reparto de obras que controla el área masista del gabinete: Malena Galmarini en Aysa, Mario Meoni en Transporte y Gabriel Kattopodis en Obras Públicas.

* Ese trío de ministros es el que contiene a los intendentes que no encuentran ni diálogo ni sintonía con el planeta Kicillof, y a la vez le permiten a Alberto Fernández, como presidente, desarrollar la ‘gran Néstor’: la empatía política con los barones del conurbano, peronistas, kirchneristas y de Cambiemos, por encima de la figura del gobernador provincial.

* Volviendo al canje de la deuda, una vez más conviene no distraerse con la anécdota de Kicillof. La deuda grande, la que no se puede pagar y puede llevar al país al default se juega en los próximos 90 días. El canje obligado por el vencimiento del bono dual puede dar alguna pista. Incluye una quita que puede llegar a 40% para quien suponía que tenía un bono ajustado al dólar. Siendo ley local, rige más fácil aquello de o aceptás o no te pago nada.

* Los bonos que empiezan a vencer y no se pueden pagar desde abril son ley extranjera. La experiencia Kicillof revela que la oferta, para ser aceptada, tiene que ser atractiva. No parece estar la economía argentina en capacidad real de formular tal ofrecimiento. Tal vez Kicillof tiene razón, y el default es inevitable. Lo sabremos en pocos meses.

Guillermo Kohan para El Cronista