Todo el verano planteamos que el monopolio de las vacunas en manos del Estado iba a terminar en un desastre, sin vacunas, con episodios de corrupción, cómo siempre ocurre cuando el Estado quiere monopolizar.
Estamos en una situación muy complicada porque la argentina está sin la cantidad de vacunas necesarias para enfrentar la llegada del frío, la segunda ola y las mutaciones de las cepas en los países vecinos.
Argentina necesita por lo menos asegurarse 20 millones de vacunas de aquí hasta la llegada del invierno, y nada de eso está disponible.
El gobierno argentino sigue sin negociar con los principales laboratorios del mundo. Ni con Pfizer, ni con Modena, ni con Johnson & Johnson.
Finalmente, todo ha terminado en el desastre que estamos viendo, con estos escándalos de corrupción con el robo y la malversación de las vacunas.
Estamos viendo qué funcionarios y dirigentes influyentes se reparten las vacunas entre sí y al mismo tiempo se prohíbe que el sector privado pueda comprar vacunas. No se permite a todo el sistema sanitario argentino, que es mixto, integrado por sanatorios, clínicas, hospitales de gestión privada, obras sociales. Ya podrían estar vacunando y esto aliviaría al Estado.
La obsesión es que todo está en manos del monopolio estatal.
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