Willy Kohan: “Hay mayor desconfianza política que económica“

Se confirmó en los números oficiales la explosión de la pobreza y el desempleo en la Argentina a partir de marzo, consecuencia de la combinación dramática de la historia económica de un país sin ahorro ni moneda, con un desequilibrio inmanejable entre los ingresos fiscales y los gastos; que en esas condiciones tuvo que enfrentar los efectos devastadores de la pandemia y las cuarentenas extremas que se aplicaron y aún rigen para tratar de contenerla.
Los números son elocuentes. Más de 40% promedio de pobreza en todo el país, que llegaría cómodo a 60% si no fuera porque la medición se rige por un ingreso mínimo familiar de subsistencia muy relativo.
Ni hablar la marginación económica entre los jóvenes, donde la pobreza suma 10 a 12 puntos adicionales al promedio. La indigencia ya trepó a dos dígitos en el país, mientras que los datos recientes de empleo revelan que 20% de los argentinos con posibilidades de trabajar se encuentran entre los nuevos desempleados y los que ya ni buscan otra oportunidad. Casi cuatro millones de puestos de trabajo se perdieron en el sector privado por la pandemia y la cuarentena eterna.
A esta altura, con la cantidad de fallecidos y las nuevas estadísticas que se conocen sobre la situación sanitaria, surge inevitable la pregunta sobre la conveniencia de las cuarentenas extremas, y si no ha llegado la hora de comenzar a rever las restricciones muy severas que aún están vigentes.
Cabe preguntarse, mirando para adelante y sin ánimo de rasgarse las vestiduras ni de llorar sobre la lecha derramada, si por evitar un desastre sanitario no se terminó promoviendo un desastre socioeconómico, tal vez para terminar finalmente pagando con las dos tragedias.
La crisis cambiaria, en este marco, no se tranquiliza. No frena la caída de reservas. Se combina la salida de depósitos en dólares que se acelera por la desconfianza en el Gobierno, más un cepo inútil que ya bordea el ridículo con regulaciones leoninas y cada vez más injustas que tampoco alcanzan, ya que todos los que pueden quieren comprar divisas del Central y nadie vende.
Analiza el Gobierno en estas horas algunos incentivos para recuperar reservas y que los productores agropecuarios vendan sus ahorros en granos a un precio 3% o 5% mejor a los escasos 50 o 60 pesos que reciben hoy por el dólar soja, neto del control de cambios y las retenciones. Una mínimarebaja de retenciones con gusto a poco. ¿Alguien en la ciudad vendería sus ahorros en dólares a 60 o 65 pesos? ¿Por qué lo harían los hombres de campo?
El debate de fondo sobre la crisis cambiaria y la crisis de confianza política en el Gobierno surge de incertidumbres cada vez más profundas. No aparece con claridad la posibilidad de que el Presidente pueda recomponer la confianza a la cabeza de una coalición de Gobierno cada vez más dominada por las ideas históricas de la izquierda nacional, con políticas cada vez más estatistas, intervencionistas, y de compromiso a la rentabilidad y la propiedad privada con aumentos interminables de los impuestos.
Si el Gobierno no logra frenar la corrida y finalmente se queda sin dólares, ¿qué recomendará Cristina a su socio político? En caso de no estar disponible un volantazo promercado como parece no estar disponible, qué plan de salida están pensando Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Carlos Heller, o Claudio Lozano? ¿Más impuestos, más expropiaciones, nacionalizar la banca y el comercio exterior como en los 70s?
¿Tiene capacidad política el Presidente para convocar un nuevo equipo de Gobierno que genere confianza entre los inversores? Cristina y su legado, los sectores de izquierda y ultra izquierda que la acompañan, ¿lo permitirían? Y aún si Cristina lo autorizara, ¿tiene hoy capacidad y voluntad Alberto Fernández de liderar semejante epopeya?
Angustias que siguen sin respuesta para los argentinos que se refugian como pueden en el dólar o en lo que sea con tal de no quedarse con pesos. Mientras las escuelas, los clubes y los templos siguen cerrados, con los chicos en las calles carne de cañón del narcotráfico.
Con una ola de violencia criminal que definitivamente estalló y escala en la anarquía de la pospandemia y con una batalla de final abierto entre el poder político y los jueces que también será definitiva para la economía y el patrimonio de ciudadanos, los próximos pasos de la Corte Suprema permitirán saber si existe algún límite en la Argentina para el extravío de poder. Si es cierta aquella terrible sensación argentina, la de vivir en un país donde la gente cree que puede pasar cualquier cosa.
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